Por Josafat Hernandez
Están pasando demasiadas
cosas en este país a un ritmo impresionante. Tanta indignación,
tanta furia, tanto dolor ha llevado a muchísimas protestas por
doquier. A marchas multitidinarias, bloqueos carreteros, quema de
sedes del poder estatal en Guerrero, paros de labores de 24, 48 y 72
horas en las universidades de todo el país. A la formación de un
potente movimiento estudiantil y social que no se había visto desde
hace muchas décadas1.
La protesta social se
está extendiendo por todo México y está aumentando su nivel de
intensidad, en un contexto en el cual el gobierno ya no puede
reprimir tan fácilmente porque si lo hace sólo va a contribuír a
que la bola de nieve siga creciendo. El manejo mediático de esta
situación no hace posible la manipulación y neutralización de los
movimientos sociales, tal y como hicieron antes, con los maestros de la CNTE en 2013 a
quienes llamaban “vándalos”, “revoltosos”, huevones" para justificar la
represión.
Ahora los monopolios
están imposibilitados para ocultar la indignación y rabia generada
por los hechos de Ayotzinapa. Ahora los monopolios están obligados a
hablar de Ayotzinapa.
El gobierno no tiene ni
idea de cómo afrontar esta crísis política y social, que
puede devenir en crísis económica, dado que los mercados estarán
en un proceso de creciente inestabilidad dado el aumento del riesgo y
la incertidumbre.
El gobierno ha pretendido
decir que ha “resuelto” el caso de Ayotzinapa, cuando en realidad
no han resuelto nada. Son incapaces de brindar justicia y seguridad
al pueblo. Y en estos contextos de creciente indignación de la
gente, su respuesta tradicional, la represión (ya sea de masas, o
selectiva), sólo contribuirá a echarle más leña al fuego.
El gobierno pretendió
comprar la consciencia de los padres de familia, diciendo “te doy
cien mil pesos y ahí muere”, los cuales fueron rechazados por los
padres y madres de los desaparecidos, que ni con un millón de pesos
podrían comprar la cura para ese gran dolor y angustia que
representa haber perdido a un hijo, un familiar, un ser querido. De los normalistas no sabemos aún si están muertos, si están vivos, si sus cuerpos están quemados, enterrados, o dónde y qué pasó. Siempre pasará por nuestras mentes ¿qué
pasó aquella trágica noche?
Sólo la memoria queda de
aquellos jóvenes que con humildad nos dieron lecciones de dignidad.
Es triste ver morir a la gente que no lo merece. Es triste ver morir
a quienes viven para luchar por la justicia, mientras los políticos
siguen robando, saqueando y humillando a nuestro pueblo. Pero de esa
tristeza también viene el coraje, la rabia, la indignación que se requieren para transformar esta realidad
La memoria de aquellos
jóvenes rurales, luchadores inalcanzables, es la que ahora ha
encendido la llama de la indignación, del coraje que se ha irradiado
y ha hecho despertar a miles y miles de mexicanos. ¿Hasta dónde va
a llegar esta indignación?
El gobierno ha aplicado
la táctica del desgaste y del ninguneo. Después, la introducción
de infiltrados en los movimientos para dividir y después reprimir.
Ahora, tal y como están las cosas, el tan ansiado desgaste está
lejos de llegar. Los desgastes de los movimientos sociales suelen
ocurrir después de varios meses, incluso varios años de iniciar una
huelga, un campamento, un plantón, de protestar en las calles. Aún
estamos muy lejos de que eso ocurra.
Ahora los gobernantes no
pueden “ningunear” a los padres de familia, a los normalistas, a
los estudiantes, a los maestros, porque las protestas han alcanzado
tal extensión e intensidad, que los centros de reunión del gobierno
ahora están ardiendo en llamas. Sus carreteras se bloquean, sus
negocios se paralizan, y además, la
presión internacional es demasiado fuerte. Tal presión ya no sólo
viene de mexicanos radicados en el exterior, sino también de
movimientos sociales locales, de gobiernos de países como el de
Chile, Estados Unidos que “llaman a que el gobierno mexicano
solucione estos problemas”. Hoy tenemos campañas mediáticas
internacionales como la telesur, que exigen justicia, así como las
protestas de eurodiputados de varios países europeos que exigen el
respeto a los derechos humanos que día a día el gobierno mexicano
pisotea impunemente.
Todo
esto se conjuga con la gran extensión que han alcanzado las redes
sociales y las consencuencias que esto implica: la pérdida del
monopolio de la palabra por parte de los monopolios mediáticos. Esto
lleva a una situación en la cual ya no es posible seguir con más
ninguneos y pretensiones de que “en México no pasa nada”. El
gobierno ya no puede aplicar la fórmula salinista del “ni los veo
ni los oigo” que antes les funcionaba, pero que ahora ya no logra
los resultados esperados.
Todos los sectores de
la sociedad exigen al gobierno respuestas. Desde
los movimientos sociales solidarios con Ayotzinapa, los movimientos
estudiantiles mexicanos así como las empresas televisivas (como
ahora han clamado hipócritamente dos de las principales figuras de
Televisa, Carlos Loret de Mola y Eugenio Derbez). Esto último puede
ser interpretado como una toma de distancia de este sector
empresarial con respecto al gobierno federal, de tal modo que si se
hunde este gobierno, no queden naufragantes los Azcarraga y los suyos.
El
gobierno federal ha tratado de acayar los reclamos y la indignación
por medio de la detención y posterior linchamiento mediático del
ex-alcalde de Iguala (Jose Luis Abarca) y su esposa, por medio de la
detención de miembros del cártel Guerreros Unidos (donde hubo un
caso de suicidio de una persona antes de ser aprehendido) y por medio
de sustituir al gobernador del Estado de Guerrero2.
Todo esto para generar la apariencia de que el gobierno está
interesado en solucionar el problema.
Ellos
han tratado de quitar banderas de protesta a los movimientos por
medio del montaje de “resultados” que presentó el titular de la
Procuraduría General de la República (PGR), Murillo Karam. Se
apresuró en dar conclusiones, afirmando que los restos encontrados
en un basurero son de los normalistas, cuando no contaban con las
pruebas ADN para corroborarlo. Su versión de los hechos fue
sumamente cuestionada. Hay quienes dicen que en las circunstancias
del basurero descritas, es imposible mantener avivado un fuego con
más de 1000 grados celcius requeridos por tantas horas para lograr
calcinar los restos humanos. Si esto hubiera sido el caso, se hubiera
visto la gran columna de humo a varios kilómetros de distancia. ¿Por
qué no llamó la atención de los gobiernos? Otros dicen que incluso
ese día estuvo lloviendo y que eso es una razón suficiente para
invalidar la versión de la PGR. ¿Cómo mantener vivo un fuego en la
intemperie mientras cae agua del cielo? Hay otros que dicen que las "confesiones" de los criminales con que la PGR construyó su versión son producto, en realidad, de torturas. Con su lamentable “ya me
cansé” el señor Karam terminó su conferencia de prensa que lo
único que hizo fue incrementar la indignación de la gente.
Actualmente ya se habla de su salida de la PGR.
Y es
que ya estamos a tal punto que el pueblo ya no se va a contentar con
las "soluciones" que ofrezca el gobierno federal. Estamos en un punto
tal que cualquier cosa que digan y hagan los gobernantes de todos los
partidos políticos sólo tendrá como consecuencia una cosa: el
aumento de la indignación y de repudio de la gente.
¿Hasta
dónde va a llegar la indignación mexicana? Hay varias voces que ya
claman, ya clamamos una cosa: La renuncia de Enrique Peña Nieto a
la presidencia de la república. Y no sólo queremos que se vaya
él. ¡Queremos que se vayan todos los políticos de una vez y que no
vuelvan más!
1
Incluso, si comparamos los hechos actuales con lo que pasó en 2012,
las protestas de yosoy132 se quedan muy cortas con las actuales
tanto en extensión de la protesta social, así como en su
intensidad.
2
Esto es más fuerte aún si
consideramos dos casos como el del represor Ulises Ruíz, gobernador
de Oaxaca en 2006 quien pese a las protestas, ocupaciones
y bloques de la APPO donde
tomaron la ciudad de Oaxaca por más de seis meses no renunció. Ni
tampoco lo hizo el “gober precioso”, pese al rechazo popular y
posterior linchamiento mediático por su involucramiento en redes
pederasta, tampoco renunció como a su cargo como gobernador del
Estado de Puebla, igual, en 2006.