El
contexto de la visita
El
pasado 8 de julio, el presidente de México, Andres Manuel López
Obrador (AMLO) se reunió con su homólogo, Donald Trump, presidente
de los Estados Unidos, en la casa blanca, en Washington D. C. La
reunión generó mucha discusión en México, desde las redes
sociales hasta los espacios mediáticos ocupados por los periodistas
tradicionales. Los críticos decían que era un “error” que AMLO
fuera a la reunión con Trump porque supuestamente esto iba a generar
un impacto positivo en su campaña electoral para su reelección.
Según opinólogos (como Jorge Ramos y Carlos Loret de Mola), la
reunión iba a ayudar a mejorar la imágen pública de Trump ante los
ciudadanos norteamericanos. Y con esto, lo iba a ayudar a conseguir
sus fines electorales. Justo ahora, cuando Trump está en sus peores
momentos de popularidad debido a la pésima gestión que ha hecho de
la pandemia del Covid-19 y en medio de enormes movilizaciones
sociales antirracistas derivadas del asesinato de George Floyd. Ellos
sugerían que AMLO debería haber postergado su visita a los Estados
Unidos, pasadas las elecciones de noviembre de 2020. Ya sea en una
reunión con un Donald Trump reelegido, o con un Joe Biden, del
partido demócrata, posiblemente electo. Pero mientras, parece que
sugerían un congelamiento de las relaciones bilaterales con el país
más poderoso del mundo. Como si eso pudiera hacerse.
Sin
embargo, la reunión no tuvo ningún efecto en el espacio mediático
de los principales medios de comunicación estadounidenses. Esos
medios en realidad destacaban más la ausencia de Justin Trudeau que
la presenca de AMLO. En todo caso, no se ve que esta visita vaya a
tener efectos electorales inmediatos, porque además, aún faltan más
de cuatro meses para las elecciones presidenciales. En todo caso, la
agenda de México no debe estar supeditada a los tiempos electorales
que ocurren en otros países. Y el tema de la entrada en vigor del
T-MEC ya era un asunto urgente que se ha postergado por las
renegociaciones ríspidas y complejas. Parece
que esta reunión AMLO-Trump es la primera reunión pública
presencial de dos jefes de estado en los tiempos del Covid-19.
También se trató de la primera visita de estado al extranjero
realizada por AMLO. Todo esto generó mucha expectativa.
El
motivo de la reunión: la entrada en vigor del T-MEC
La
reunión AMLO-Trump estaba motivada por un asunto práctico y de
interés binacional: echar a andar el T-MEC. Y esto es más necesario
que nunca dado los efectos económicos generado por la pandemia
Covid-19. A nivel mundial las economías van a contraerse. Algunos
pronósticos decían que Estados Unidos caería unos 8 puntos
porcentuales, mientras que en México dicha caída sería entre el 10
y 13 por ciento. En México ya se estaba arrastrando un estancamiento
económico debido a que al final de gobierno de Enrique Peña Nieto
(EPN) ya se había suspendido del TLCAN, y en la transición el
gobierno de AMLO aplicó una política de disciplina fiscal (la
llamada “austeridad republicana”) que redujo los montos de
recursos públicos para la economía. Además de que es importante
subrayar que México está en un proceso de transición: la lucha
contra la corrupción ha sido prioridad, y para luchar contra ella
AMLO ha reducido los flujos de recursos públicos para aumentar el
control y con ello terminar con privilegios y malas prácticas
institucionales. En un contexto así, los flujos de capital se han
detenido. Ahora, quizá con la entrada en vigor del T-MEC los flujos
de inversión se puedan incrementar en la región y con ello
recuperar el crecimiento económico.
La
visita de AMLO a la casa blanca, en este contexto, fue en calidad de
un líder de estado, lejos de un acto de apoyo electoral a Trump.
Además, AMLO fue acompañado de altos funcionarios de su gobierno,
junto con representantes de la élite empresarial mexicana (Como
Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego). Todos ellos se reunieron con
sus pares en Estados Unidos. Da la impresión de que se trató de una
reunión de las respectivas clases dominantes de ambos países para
ponerse de acuerdo en las nuevas reglas del comercio bilateral para
así poder reemprender los procesos de acumulación capitalista en
ambos lados del río bravo. Con esto AMLO está siendo coherente con
el proyecto de país que presentó durante su campaña en 2018:
gestionar un capitalismo nacional (con algunas continuidades
neoliberales), pero sin corrupción. Y ahora, las reglas del juego
del campo económico van a quedar más definidas con el T-MEC, que
dicho sea de paso, obliga a que los empresarios en México aumenten
salarios, mejoren condiciones laborales de sus trabajadores e incluso
se promueve la libertad sindical. Esto porque desde la parte de los
sindicatos de Estados Unidos se argumentaba que en México había
“competencia desleal” dado que las condiciones de explotación
laboral eran tan extremas que abarataban los costos laborales a
niveles muy bajos. Esto para atraer inversión extranjera directa, lo
cual llevó a la proliferación de maquiladoras. Así pues, lo que
vemos es que se va a mantener la acumulación de capital en México,
pero se prepara una transición: iniciar una nueva industrialización,
donde la competencia comercial no se base en los bajos costos
laborales. Esto va a ser un reto para el país, pues se va a requerir
revisar de fondo el modelo de industrialización neoliberal impuesto
desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari. De fondo, lo que va a
pasar con el T-MEC es que se van a presentar condiciones
internacionales que van a favorecer el fortalecimiento del mercado
interno y que, a la larga, va a llevar a la inoperancia del modelo
orientado a las exportaciones impuesto durante el neoliberalismo. Así
pues, la economía mexicana va a estar obligada a desarrollar más
fortalezas internas que la van a obligar a tener que alejarse
gradualmente del neoliberalismo económico. De otro modo, va a
persistir el nulo crecimiento económico, el desempleo, la pobreza y
la desigualdad. Son tiempos de transición y el T-MEC obliga a que se
tenga que repensar la economía bajo nuevas reglas del juego.
Por
otro lado, el hecho de que AMLO haya invitado a los altos empresarios
a esta reunión muestra que AMLO no es un personaje radical y
polarizador, tal y como los medios de comunación se esfuerzan en
aparentar. AMLO no es un dictador comunista que busque expropiar los
medios de producción de los empresarios. No. Lejos de eso, se ve en
los hechos a un AMLO negociador
y conciliador, con visión estratégica para el país. Una vez más,
AMLO desmistifica la imágen mediática de los medios de
comunicación.
Finalmente,
es importante decir que ambos presidentes (AMLO y Trump) coinciden
también en algo básico: que la inmigración debería ser algo
opcional y no algo forzoso. AMLO y Trump quieren que cada vez menos
inmigrantes mexicanos crucen la frontera de manera ilegal. El
primero, porque quiere recuperar el crecimiento y desarrollo
económico (por eso su asistencia para retomar el T-MEC), el segundo
porque quiere menos inmigrantes en su país (por motivos xenófobos).
Pero en ese tema básico, ambos presidentes comparten al menos un
punto clave que les permite avanzar en sus agendas bilaterales.
El
discurso de AMLO en la casa blanca
AMLO,
como es costumbre, ha sabido usar muy bien los símbolos históricos
para darle más potencia a su discurso. Antes de ver a Trump, AMLO
fue a ver el monumento de Abraham Lincoln. Hubo quienes recordaron la
histórica visita de Fidel Castro al mismo monumento en 1959. Ahí
AMLO hizo una guardia de honor al principal presidente abolicionista
de la esclavitud norteamericana. Luego fue a ver el monumento de
Benito Juárez. Ya después, la visita a la casa blanca, donde llegó
cargado con un simbolísmo histórico que siempre ayuda a que los
mensajes tengan más difusión.
Ahí,
frente al jefe del estado más poderoso del mundo, AMLO mencionó que
los agravios cometidos contra México no se olvidan. Pero que se
puede establecer una relación diplomática basada en el respeto
mutuo. Evocó la memoria de dos de los presidentes mexicanos más
dignos que hemos tenido: Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. Ambos
presidentes mantuvieron un excelente trato con otros dos grandes de
los Estados Unidos: con Lincoln y Franklin Delano Roosevelt. El
primero nunca reconoció al usurpador Maximiliano de Habsburgo
(impuesto durante la intervención francesa), y el segundo entendió
la necesidad de la expropiación petrolera. Ahí, frente a Trump,
dijo que él iba a defender la dignidad de México. Al final de la
reunión, cerró con tres viva México que emocionó a todo mundo.
Este
discurso no debería haber sorprendido a Trump, quien ya antes había
recibido dos cartas (públicas, por cierto) donde se muestra
claramente el perfil de AMLO en política exterior: un nacionalista
que está dispuesto a dialogar. En
la carta del 12 de junio de 2018, a
los 10 días de haber ganado las elecciones históricas del 2 de
julio de 2018, donde el "tsunami de votos" lo llevó al
poder del ejecutivo, Había anunciado una serie de acciones que
culminaron con la entrada en vigor del T-MEC. Es especialmente
relevante esta parte de la carta: "En materia de comercio, me
parece que vale la pena hacer un esfuerzo por concluir la
renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Pienso que el prolongar la incertidumbre podría frenar inversiones a
mediano y largo plazo, lo cual evidentemente dificulta el crecimiento
económico en México y, por ende, la estrategia del gobierno que
habré de encabezar, que busca generar empleos y mejores condiciones
de vida para todos los mexicanos."
En
una segunda carta, enviada a Trump el
30 de mayo de 2019 AMLO le dijo “(...) le propongo profundizar en
el diálogo, buscar alternativas de fondo al problema migratorio y,
por favor, recuerde que no me falta valor, que no soy cobarde ni
timorato sino que actúo por principios: creo en la política que,
entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la
guerra”.
Esta
manera de hacer diplomacia fue muy diferente a la del ex-presidente
EPN, quien dió señales de ser un líder débil y sumiso que le dió
un trato de jefe de estado al que antes era un candidato presidencial
sin más. Por eso, Trump humilló a EPN ya estándo en el poder. Sin
embargo, con AMLO negoció. Y lo hizo porque en AMLO reconoció a un
líder fuerte, carismático con amplio respaldo popular que si es
capaz de defender la soberanía nacional.
La
relación con Joe Biden
Esta
visita de AMLO pudo haber molestado a Joe Biden y a la élite del
partido demócrata. Pero no olvidemos lo siguiente: Joe Biden es el
candidato del establishment
estadounidense. Tal y como lo fue Hillary Clinton hace años. Joe
Biden es el representante de los intereses del capital financiero de
Wall
Street,
intereses que se
esforzaron por bloquear el ascenso del socialista democrático Bernie
Sanders.
No
olvidemos ademas que Biden votó en favor de las guerras en
Afganistán e Irak. En los años noventa fue parte de las estrategias
estadounidenses de intervención en las guerras de Kosovo, Bosnia y
Herzegovina. Y lo que es más importante aún: durante su desempeño
como vicepresidente de los Estados Unidos, bajo el gobierno de Obama,
se dió la mayor deportación de inmigrantes en la historia reciente.
Más de tres millones de inmigrantes deportados en tan sólo ocho
años de gobierno. En los primeros tres años la administración de
Obama se deportó a 1.18 millones de inmigrantes, mientras que en los
primeros tres años del gobierno de Trump se han deportado cerca de
800 mil inmigrantes.
Ciertamentemente
las imágenes de las separaciones de familias y los niños enjaulados
que circularon el año pasado son una muestra clara de violación de
los derechos humanos que se debe denunciar. Pero no olvidemos que
durante la vicepresidencia de Biden también se dio la separación de
familias, incluso con mayor intensidad por el número de
deportaciones. En este respecto, parece que Biden no es mejor opción
que Trump en materia de inmigración.
Además,
Biden, por su historial intervencionista antes señalado (su política
exterior es mucho más agresiva que la de Trump), podría tener
discursos públicos donde busque "regañar" al gobierno de
AMLO por "populista". Biden haría sentir a la derecha
mexicana más envalentonada y respaldada. Cosa que ahora no ocurre
con Trump, ante el cual se sienten desamparados. Es en este contexto
donde se tiene que interpretar lo que dijo AMLO a Trump “(...) Lo
que más aprecio es que nunca ha querido imponernos nada. Ha seguido
el consejo de George Washington que decía que las naciones no deben
aprovecharse el infortunio. Usted no ha pretendido tratarnos como
colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición
como nación independiente”. De fondo, lo que aquí estaba diciendo
AMLO es que Trump, a diferencia de Biden (y otros mandatarios
estadounidenses), tiene una política de menos ingerencia externa. Y
por ello, en términos diplomáticos envió señales, tanto a las
élites estadounidenses como a las mexicanas: que AMLO si va a
defender la soberanía nacional. Si es que Biden gana las elecciones
presidenciales estadounidenses, será crucial cerrar filas con el
gobierno de la 4T para defender la soberanía nacional de los
posibles intentos de intervención estadounidense en México. No
olvidemos que los principales “golpes blandos” contra gobiernos
progresistas latinoamericanos se dieron durante la administración de
Obama, con Joe Biden como vicepresidente.
El
desprestigio de la derecha mexicana
La
visita de AMLO fue un gran éxito, pues a nivel económico ya se
culminó un proceso de más de 3 años de renegociaciones para dar
cabida al T-MEC. A nivel de política internacional se demostró que
el presidente es capaz de establecer diálogos con personajes tan
duros e impredecibles como Donald Trump. Y a nivel simbólico los
mexicanos de ambos lados de la frontera se sintieron profundamente
orgullosos de la visita. Es común escuchar a la gente decir “por
primera vez, en mucho tiempo, tenemos a un presidente que si nos
representa”. AMLO, a diferencia de lo que pensaba la derecha
mexicana, tuvo un gran acierto al haber aceptado ir a Estados Unidos,
en calidad de jefe de estado para hablar con otro jefe de estado.
Con
dignidad, mostró que él, a diferencia de otros personajes, si es
capaz de hablar con Trump y de hacerse respetar. Y Trump lo respeta
por dos cosas: por su amplio apoyo popular y por su compromiso en la
lucha contra la corrupción (lo cual admitió públicamente en la
reunión). La imagen pública de AMLO con esto se va a fortalecer,
dentro y fuera de México.
La
derecha mexicana, en cambio, hizo el ridículo ante la población.
Primero, porque sus predicciones no se cumplieron. No hay evidencia
de que la visita de AMLO haya sido para apoyar de manera electoral a
Trump. Tampoco Trump humilló a AMLO, y no hubo una “pelea” entre
ambos. Segundo, porque quedó claro que la derecha no tiene una
visión estratégica para pensar la incersión de México a la
economía internacional. Ante los cambios globales, hoy acelerados
con la pandemia, la derecha simplemente no tiene nada que ofrecer
porque sus discursos en favor del “libre mercado” ya están
rebasados. Hoy enfrentan un agotamiento histórico irreversible. Y
ante ese agotamiento, AMLO si ha ofrecido una opción alternativa
viable.
Josafat Hernández
(Economista y filósofo)
Twitter: @JosafatHernndez