jueves, 17 de octubre de 2019

Adios al NAIM

Lo ideal es que no se construyeran más aeropuertos. Ni en Texcoco ni en Santa Lucía, porque ambos pueden promover más crecimiento urbano y con ello, más devastación ambiental. La CDMX deberia descentralizarse. Sin embargo, la situación real, lejos de lo ideal, es que vivimos en un capitalismo que genera inercias socioinstitucionales que condicionan la acción. Lamentablemente no elegimos las condiciones de partida para la practica. En este momento histórico concreto solo habían dos opciones: o bien construir el NAIM o Santa Lucía. La opción ideal de no construir ningún aeropuerto no era viable porque no había un sujeto social políticamente fuerte que fuera capaz de defender esa propuesta y que presentara una alternativa a ambos proyectos. En política decir no a algo es insuficiente, siempre se requiere decir si a otra opción. 

La opción NAIM además de ser profundamente corrupta tendría un enorme impacto ambiental: era un proyecto enorme que terminaría con lo poco que queda del lago de Texcoco. Además de que la construcción implicaba desposeer a los campesinos de Atenco de sus tierras. Simbólicamente el NAIM marcaría la continuidad del dominio de los empresarios-rentistas sobre el gobierno mexicano, tal y como ha sido durante las más de tres décadas y media que hemos tenido de neoliberalismo. 

La opción Santa Lucía, en cambio representa la victoria de un gobierno nacional-popular sobre una élite empresarial que hoy llora por un proyecto absurdo y derrotado (como Claudio X. González y sus innumerables amparos que ya no procedieron por los cambios dados en la SCJN). Se ganó una larga batalla por parte del actual gobierno de AMLO que la mayor parte del pueblo asume como suya. No olvidemos que ahora mismo AMLO es un significante vacío (como dice Ernesto Laclau) y la mayor parte del pueblo se ve reflejado en él, algo parecido al peronismo en Argentina. El ellos-élite, ajeno al nosotros-pueblo, lloran su primera gran derrota política y económica en décadas. Y esto ocurrió gracias a que el gobierno encabezado por AMLO tiene un fuerte componente popular.

Es verdad que Santa Lucía también tiene impacto ecológico (como cualquier proyecto llevado a la práctica, no olvidemos que toda producción genera residuos), pero este proyecto es mucho menor que el NAIM, ahora ya convertido en un lugar inundado de agua, con maleza y aves migratorias. Ojalá que se convierta pronto en un gran parque ecológico donde el ocio del pueblo, en vez de la acumulación del capital, ocupe aquellos espacios.

Podemos seguir siendo idealistas y darnos baños de pureza y de superioridad moral diciendo que ambos proyectos estaban mal (esta es la actitud Denisse Dresser). Pero también podemos ser más materialistas y reconocer el contexto histórico concreto que tenemos: las inercias autoorganizativas del capitalismo mundial y nacional, así como la correlación de fuerzas entre los diferentes sujetos sociales. 

Santa Lucía frente al NAIM es una opción más progresista porque atiende una problemática real de tráfico aéreo, evita la desposesión de tierras de los campesinos de Atenco y simbólicamente representa una victoria nacional-popular frente a los caprichosos altos empresarios-rentistas mexicanos. El gobierno federal claramente prefirió apoyar a los movimientos sociales (como los campesinos de Atenco) que a los altos empresarios y aquí se vió simbólicamente de qué lado está el gobierno.

Ahora ya nada más se requiere de que Texcoco se convierta en un parque ecológico y sea declarado patrimonio cultural de la humanidad para que no vengan más intentonas de construcción de aeropuertos que amenacen la tenencia de la tierra de los campesinos de Atenco y la ecología del lugar.

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